No
éramos los únicos que habíamos tenido esa idea. El puente de comando estaba
lleno de gente que se asomaba por detrás de las barandillas despidiéndose de
Barcelona y mirando al cielo en busca de alguna constelación en particular. La
agradable brisa que se había levantado y el olor a mar parecían indicar el
comienzo de las vacaciones con las que todos llevábamos días soñando, sobre
todo desde que Laura anunció que se casaba en Cerdeña con su chico Alessandro.
Allí
estábamos los doce amigos con los trajes de la boda bien colgados en nuestras
suites del Cruise Barcelona, y con unas ganas enormes de celebrar al día
siguiente ese evento tan especial. Laura era la primera del grupo que se había
decidido a dar el gran paso y nos había ofrecido la excusa perfecta para
juntarnos todos fuera de España.
-
Chicos, creo que es hora de acostarnos. Mañana nos espera un día largo- señaló
Sofía, la pelirroja del grupo y la más dormilona.
Pero
allí nadie quería acostarse. Paula y Lucas fueron los primeros en poner malas
caras. Lo que ellos querían era dar una vuelta por las instalaciones del buque,
pues siendo la primera vez que subían a bordo de un barco como este y no
estaban dispuestos a perderse nada.
Después
de hacer algunas apuestas fallidas en el Casino y pasear por la zona de tiendas
que para sorpresa de todos abrían hasta las 24h, Sofía y Pablo terminaron
subiéndose a dormir al camarote, ( o eso dijeron), mientras el resto
disfrutábamos del primer brindis en las butacas del Smaila´s Club, en honor a
la pareja que se nos casaba.
-
¡Vivan los novios! – gritamos al unísono mientras la gente nos miraba un poco
extrañada.
Este
fue el primero de muchos brindis que tuvieron lugar hasta bien entrada la
madrugada y que fuimos alternando con diferentes bailes al ritmo de los últimos
“hits” que sonaban en la discoteca.
A
la mañana siguiente antes de llegar a Porto Torres y para aprovechar los
primeros rayos de sol, parte del grupo fuimos a darnos un chapuzón a la piscina
de cubierta, mientras otros sudaban los gin
tonics de la noche anterior en la cinta de correr del gimnasio. Lola la más
pijilla del grupo, con eso de que está soltera y no hace más que cuidarse, ni
corta ni perezosa decidió darse un masaje con diferentes aceites en el Wellness
Center. Media hora antes de que el buque atracara en Porto Torres los doce
disfrutábamos de un suculento desayuno en el Restaurante self-service, mientras
conversábamos animadamente de las cosas que veríamos durante esos días en
Cerdeña.
-
He estado leyendo la guía de viajes, y creo que esta misma mañana deberíamos
darnos un baño en una de estas playas con agua cristalina- comentó Jorge
mientras terminaba de tragar el croissant e indicaba con el dedo una foto de su
guía de Cerdeña.
Otra
de las razones por la que elegimos viajar en un buque como este era que nos
permitía llevar nuestros coches y no tendríamos que alquilar transporte. Era
como viajar en un crucero, pero mucho más barato y con la posibilidad de
disponer del coche cuando atracáramos. ¡Toda una comodidad! Además Laura nos
había hecho un mapita para llegar a la finca donde tendría lugar la celebración
y parecía pan comido.
-
Por lo visto la carretera se coge a la salida de Porto Torres dirección
Stintino. Aquí dice que a unos kilómetros hay una playa que se llama
Della Pelosa y tiene una pinta espectacular. Suena bien, ¿no os parece?- volvió
a insistir Jorge.
Casi
sin darnos cuenta habíamos llegado al destino. Eran las 10h30 de la mañana y
puntualmente el ferri estaba atracando en el puerto con 33 grados de
temperatura, un sol radiante y todos deseosos por descubrir una gran isla de
aguas turquesas y arena fina. El tiempo en el Cruise Roma se había pasado
volado, ahora sólo quedaba volver a meter las maletas en los coches y poner
rumbo a la boda.
Porto
Torres es una de las ciudades más importantes del norte de Cerdeña con casi
22.000 habitantes gracias a su puerto, por el que pasa gran parte del tráfico
de pasajeros desde y hacia Italia. De hecho su florecimiento económico también
estuvo determinado siglos atrás por este mismo puerto desde donde partían los
barcos cargados de cereales producidos en la rica región de la Nurra.
Hoy
más que nunca la dinamización y desarrollo de esta zona del noroeste de Cerdeña
son factores directamente ligados al turismo, que como sabemos no es sólo una
fabulosa industria multimillonaria, sino que también sirve como medio de
intercambio cultural y social entre las distintas naciones. La idea es que
exista un beneficio de ambas partes: entre el turista y el lugar que visita, y
por supuesto, y más importante aún si cabe, entre los ferries y los lugares
donde atracan.
Muchas
de las poblaciones conectadas por las autopistas del Mediterráneo, véase
Valencia, Barcelona, Nápoles, Civitavecchia, Livorno, las islas de Cerdeña,
Sicilia, y Malta, y países de la talla de Túnez, Marruecos, o Grecia; destinos
afamados mundialmente por su clima, las playas, la gastronomía, y la buena
relación calidad-precio, son conscientes de que este turismo bien utilizado
permite maximizar los beneficios económicos haciendo que permanezcan en la región
y en las comunidades locales favoreciendo su crecimiento.
De
esta manera ayudan a mejorar la calidad de vida de sus habitantes
constituyéndose como una gran fuente de ingresos para los trabajadores del país
de destino: empleados contratados por las compañías navieras, proveedores
directos, empleados de establecimientos que proveen productos y servicios a los
pasajeros y a la tripulación, los de las sedes centrales de las compañías,
personal de mantenimiento, etc...
Si
a esto se le suma que cada vez surgen más empresas comprometidas con la causa
del cuidado del ecosistema del sitio, la importancia de la reducción diaria de emisiones
de CO2 y que se realizan más campañas de concienciación, el resultado es la
elevada demanda de este tipo de viajes que se está produciendo a nivel mundial,
en gran medida debido al modelo único de
turismo que éstos representan.
Y
es que los ferries-crucero que navegan por las autopistas del Mediterráneo
ofrecen hoy en día una gran variedad de actividades que atraen turistas de
demografías muy variadas (de edad, residencia, y clase socio-económica).
Percibidos como una opción segura y fácil se presentan como una alternativa más
a la carretera o al avión, pero con grandes ventajas como la seguridad,
puntualidad, la comodidad, la relación calidad-precio, la posibilidad de
transportar tu propio vehículo, incluso la mascota (si es perro o gato), y lo
que es más importante, la satisfacción de no considerar el viaje como un mero
trámite hasta nuestro destino final, sino todo lo contrario, desde el momento
en que se sube a bordo, se empieza a disfrutar de la travesía.
Cristina Ortego Lozano
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