A
contracorriente
UN DÍA
EN CASO
La primavera se mostró
cargada de agua, frío, viento suave, niebla, nieve y un verdor feraz que
dominaba todo el entramado de la
Asturias montañesa. Ese paisaje era el concejo de Caso en su
versión más auténtica sujeto a esos días de abril que anuncian lluvia por
doquier y un tiempo indefinido y vacilante para señalar que el equinoccio está
ahí presente como esos brotes luminosos que responden al cambio de estación
climática e isótera.
Una jornada envuelta en inestabilidad
atmosférica pero notable por el ambiente amistoso, el encuentro fraternal, la
reciprocidad de pareceres y la reunión de los amantes de lo bello, lo sencillo,
lo noble y lo auténtico. Y en la matinal una visita a los altos de Bueres camino
de Arnicio donde está ubicada la nueva factoría quesera de El Viejo Mundo.
Modernidad, historia, tradición, conocimiento, rabiladas, queso en varias
sensaciones e interés por acercarse a un producto primigenio y notable que cada
día gana en calidad y mercado. La lluvia y la nieve siempre presentes en una
jornada atiborrada por nuevas percepciones, regocijo, sentimiento e imágenes
casi opacas por la neblina de la fría y húmeda mañana. Eso es Caso, un concejo
más ondulado y vertiginoso que plano, verde en mil tonos, praderías serenas,
montes bien definidos y marcados por una vegetación que mantea su cuerpo
geofísico con un bosque largo y temperamental con las hayas y los robles
saliéndose de la brutal foresta. Hoy era una jornada que olía a queso fundido
en esa primera etapa llamada gorollu que
sentencia la calidad del producto final. Era un olor mezclado con el sabor a lluvia y la emoción del brezo
extendido por las laderas de los infinitos y serpenteantes caminos.
Apenas un
paisano a lo lejos con un rebaño vacuno camino del establo y por la carretera y
aledaños, brusca soledad, agua extensa,
torrenteras, cascadas sorprendentes y fuerza verde y matinal…Al fondo Bueres
con la casa grande de la familia Aladro, más abajo Gobezanes y casi al infinito
Orlé. Lluvia intensa, nieve en los altos, tejados rojos y ese golpe de humo
animado que dice que el puchero está sobre la cocina de carbón en los hogares
de esos bellos y tranquilos caseríos agarrados a esos montes de raíz mágica...
Y quien dice el puchero también apunta a esos guisos domésticos tan suculentos
que definen la manera de ser de la mujer casina. A buen seguro que Sole estaba
a esa hora presta para servir en La Fontaniella sus fabes con jabalí o las sentidas
manos de cerdo que tanto agradan a montañeros, cazadores o personas perdidas
por esos rincones de sabor rural y
calidad humana. Por el medio de tanto espectáculo visual, el tributario
río Orlé descendía portentoso, agresivo y despreocupado camino del padre Nalón
travestido ahora en las aguas domadas por el embalse de Tanes.
Casi en el llano, en Campo de Caso, nos
espera Luis Riera y su mujer Pili Gómez para comenzar la cata del queso casín
con un vermú artesano de la mano de Javier del Valle. En boca buenas
sensaciones y perfecta armonía con lo paladeado. Intensidad gustativa con un
golpe frutal que responde a esa unión del queso oloroso con el aromático vermú.
Y entre la audiencia Iñaqui Canga, María José Ballestero y Estela Sánchez
Cayarga de los Amigos del queso Gamonedo, Luis Sanz, Elena y Santiago Gómez de
los Amigos del lechazo de Valladolid, Astur Paredes, editor y estudioso de las
esencias de Asturias, Marta Vázquez profesora de la Escuela de Hostelería de
Gijón y Miguel y Cristina de El Viejo Mundo… Entre catas notables y exquisitas
viandas locales, el músico Manolo Peñayos demostró con su guitarra y su
sensibilidad acústica y letrista lo que da de sí su sorprendente
disco-compacto: Palabras de loco. Y como
final unas pastas en forma de madreña del obrador Suspiros del Nalón que
dejaron el sabor dulce y afinado de una jornada sentimentalmente verde, aguosa,
musical y amistosa con el fondo, a la atardecida, del río Nalón
cargado de naturaleza marrón y belleza orográfica y fluvial. Todo preñado y
vestido por un paisaje de sueño. Eso es en verdad, Caso.
Por Carlos Cuesta
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