martes, 4 de septiembre de 2012

POR LA RUTA DEL OPORTO

 Por Mª Teresa Grande, socia de Ampretur

Cuando me propusieron un crucero fluvial por el Duero, siguiendo la ruta del “vinho do Porto”, pensé en uno de esos viajes monográficos que a veces llegan a ser pesados de puro reiterativos. Ahora, ya desde el reposo de mi vida madrileña, se puede hacer un muy positivo balance de los seis días de navegación por el “padre Douro”.

Existió un primer asentamiento griego llamado “Cale” en las alturas que dominan el río, posteriormente los romanos, para facilitar el comercio, se establecieron en la ribera y fundaron el “Portus” (Portus de Cale – Portucale). Una vez reconquistada esta zona a los musulmanes, el rey Alfonso VI de León, otorgó a su yerno Enrique de Borgoña el Condado Portucalense, que incluía las tierras situadas entre el Miño y el Duero. El hijo de este, Alfonso Henriques, proclamó en 1139 la independencia de estas tierras con el nombre de Reino de Portugal.

En el connubio de centros urbanos que abrazan al Douro antes de su dilución en el Atlántico, se encuentra Porto que, sin ser la ciudad más populosa del Área Metropolitana que suma 1,8 millones de habitantes (la bodeguera Vila Nova de Gaia tiene mayor población), es la que da prestancia y colorido a toda la zona.

Es obligado un recorrido por la ciudad de Oporto cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad desde 1996. Son dignas de visitar y contemplar la Catedral, la antigua Bolsa, la Torre de los Clérigos, el Ayuntamiento, el Palacio Episcopal, la Iglesia de S Francisco, estación ff cc de S. Bento, obras de ingeniería como los interesantes puentes sobre el río, la parte antigua con sus tiendas y cafés y, como no, la visita a una de las múltiples bodegas de Gaia para degustar un buen oporto. A la caída de la tarde, hay que sentir la experiencia de sentarse en la apacible Ribeira, junto al ancho río (la marea llega hasta los 15 km río arriba y nos encontramos a tres o cuatro de la desembocadura) y escuchar el paso de algún pequeño barco o el canto de un fado en la lejanía mientras se saborea un bacalao portugués regado con un refrescante “vinho verde”.

Ha llegado el momento de iniciar el crucero en uno de los tres barcos de que dispone la compañía “Croise Europe” en el Duero. Los camarotes son suficientes, cómodos y limpios, el comedor y el salón confortables y bien decorados, la cubierta con innumerables hamacas y una pequeña piscina, en fin un barco muy manejable con tres plantas más cubierta, con ascensor, con capacidad para casi 150 pasajeros y unos 30 tripulantes. Cocina francesa de buena calidad con detalles de platos portugueses y españoles.

El recorrido es de unos 200 km., todo el curso portugués del Duero (desde Oporto a Barca d’Alva). Cinco esclusas, de entre 14 y 36 m. de altura, van salvando desniveles para hacer navegable el recorrido. El sosegado ritmo del  barco y la fastuosidad de los paisajes por los que discurre el Duero, con un ferrocarril paralelo al río con múltiples túneles hasta Barca d’Alva y que en su día tuvo pretensiones de enlazar Castilla y León con Oporto, permiten pasar momentos deliciosamente tranquilos. Los tonos verdes  de pinos, eucaliptos, olivos, naranjos, alcornoques, encinas, viñas (primero para vinho verde y después para vino de Oporto, moscatel o de mesa) y algunos cultivos de huerta en las riberas, cubren todos los montes de la cuenca del Duero con sus afluentes hasta los 700 m. de altitud y proporcionan un deslumbrante espectáculo para la vista.


A partir de los 80-100 km. río arriba se empiezan a ver los montes abancalados en una labor de siglos a los que es imposible llegar por medios mecánicos. Es preciso aquí hacer una mención de respeto y admiración por todos los campesinos del Douro que con su esfuerzo consiguieron ejecutar y mantener miles de kilómetros de bancales con sus muretes de apoyo, plantar y cultivar las viñas manualmente, para producir la uva que será después transformada en el “divino Oporto”.

Para valorar y admirar en su conjunto toda la cuenca del Duero, es preciso conocer los valles de otros ríos afluentes como el Regua y el Corgo, para ello desembarcamos en Pesa da Regua, capital de la región del vino de Oporto, situada a unos 100 km. río arriba y nos dirigimos a Vila Real, capital de la región de Tras Os Montes con su espléndida arquitectura religiosa y sus dulces “cresta de gallo”, a tres km visitamos el palacio y jardines Mateus (es el palacio que figura en las botellas de vino “ Mateus Rosé “, aunque actualmente no tiene ya nada que ver con el palacio), construido en el siglo XVIII por el arquitecto Nassoni, dispone en su biblioteca de un ejemplar de la primera edición ilustrada de “Os Lusiadas” de Camoens. De camino hacia Pinhao, donde tomaremos nuevamente el barco, pasamos por Sabrosa, pueblecito en el que nació Fernando de Magallanes en 1480.

En la zona alta comienzan a aparecer en los márgenes del río las formaciones pizarrosas, origen de los ricos suelos donde crecen las viñas y el paisaje se hace bellamente diverso por tramos. El crucero continúa río arriba, lentamente, entrando en el Alto Douro Vinateiro disfrutando de paisajes, pequeñas embarcaciones de turismo, pescadores de ribera, aves rapaces y vides en las alturas. Las tardes-noches del barco amenizadas con diversos divertimentos, cenas con toques regionales y baile concurrido en el que ponían una nota de color un grupo de 30 adolescentes de Gran Canaria.

En Barca d’Alva (Portugal) – Vega de Terrón (España), separadas únicamente por la desembocadura en el Duero del río Águeda, damos la vuelta y comenzamos a navegar río abajo. En Señora da Ribeira desembarcamos nuevamente y, a través de una endiablada carretera, desfiladeros profundos y maravillosas vistas, visitamos el Monasterio de San Salvador do Mundo y sus nueve ermitas, pasamos por S. Joao de Pesqueira, capital del Alto Douro y a continuación visitamos una “Quinta”, preciosa por su situación en altura y rodeada de viñedos pero sin actividad por no ser época de vendimia, para retomar el barco en Folgosa.


No quiero terminar este relato sin hacer una mención especial al vino de Oporto. Se podría decir que el vino de Oporto, dentro de su exquisitez, tiene una secuencia de fabricación atípica y anormal respecto a la producción de la inmensa mayoría de los vinos. Cuando los barcos ingleses que fondeaban en “El Puerto” en el S.XVII empezaron a saborear el vino normal de mesa que se producía en la región, observaron que con frecuencia se estropeaba por los largos transportes hasta Inglaterra. Ante este hecho, a alguien se le ocurrió la idea de parar la fermentación del mosto añadiendo aguardiente de vino, con el resultado de un vino más o menos dulce y con fuerte graduación alcohólica que impedía la acidificación acética. En la actualidad, a los dos ó tres días de empezar la fermentación del mosto, se le añade aguardiente de 70% de alcohol (la fermentación queda detenida) en cantidad suficiente para que la mezcla resulte, según cosechas, bodegas y tipos de vino, con 6-7 grados Baumé (aproximadamente 100-125 gr/l de azúcar) y alrededor de 20% de alcohol.

El buen suelo pizarroso, el microclima que proporcionan  las montañas para el soleado y resguardo de los vientos, los inviernos fríos y los veranos calurosos (“nueve meses de invierno y tres meses de infierno”) y la mano del campesino permiten la elaboración de estos deliciosos caldos.

Las uvas y mostos son tratados hasta convertirse en vinos de Oporto en la misma “quinta”, cercana a los viñedos que suministrarán la uva y almacenados mediante depósitos que a veces son exteriores de hormigón, muy isotermizados y con forma de “igloo”. En la primavera se transportan a las bodegas y almacenes de Vila Nova de Gaia en los que permanecen un mínimo de 3 años y hasta 30-40 según características. Antiguamente este transporte se hacía mediante barcos a remo llamados “rabelos”, estrechos y con cola tipo fenicio, en los que se apilaban los toneles. Hoy se transporta en cisternas a temperatura constante.

En la zona del Douro Bajo se producen principalmente vinhos verdes. El Douro Medio es la zona clásica del vino de Oporto, aunque produce también vinos de mesa y moscateles. El Douro Alto sigue siendo zona de vino de Oporto, con mostos más azucarados que sirven para mezclas que ayudan a mantener el bouquet y características de la marca y también se elaboran moscateles y vinos de mesa.

En fin, una experiencia verdaderamente agradable y recomendable para quién guste, además de las bellezas naturales y artísticas, de la tranquilidad de un crucero y de unas comidas y bebidas apetitosas.

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