lunes, 9 de julio de 2012
Descubrimos Baena, ciudad del olivar y el aceite
“… Olivo solitario
lejos del olivar, junto a la fuente
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente,
al borde del camino que blanquea,
guarda tus verdes ramas, viejo olivo
la diosa de ojos glaucos Atenea
… y con tus ramas la divina hoguera
encienda en un hogar del campo mío,
por donde tuerce perezoso un río
que toda la campiña hace ribera
antes que un pueblo, hacia la mar, navío”
Antonio Machado
Descubrimos Baena, ciudad del olivar y el aceite, y como bien explica la historiadora Mª Carmen Jiménez Gordillo, “esta consideración no es una frase hecha ni un reclamo turístico, si no que significa la unión de una ciudadanía en torno a un producto de calidad que puede enarbolar con orgullo su denominación de Origen.”
Y es que nada más descender del minibús que nos deja en el hotel donde vamos a alojamos, el olor que se respira te transporta directamente hasta la inmensidad de los campos de olivos, es un olor que en un primer momento puede resultar fuerte, pero al que resulta fácil acostumbrarse.
Como nos explicó uno de los guías que nos acompañó durante el viaje, Baena queda situada en el centro de Andalucía, perteneciente a la Mancomunidad del Guadajoz y Campiña Este -a 62 km de Córdoba-, y cuenta con una población que sobrepasa actualmente los 21.000 habitantes.
Puedo aseguraros que la vida en este pueblo en verano desaparece hasta que deja de azuzar el Lorenzo al caer la tarde, y es que aquí el sol pega con rabia tostando todo lo que encuentra a sus paso, inclusive las aceitunas, por lo que se recomienda madrugar.
Torreparedones: Un tesoro por descubrir
Una de las cosas que me dejo maravillada de Baena es Torreparedones, escaparate de la cultura baenera, puede presumir de tener en sus tierras uno de los tesoros más grandes que cualquier pueblo quisiera tener, el descubrimiento de sus antepasados. A tan sólo unos pocos kilómetros se han hallado restos arqueológicos, algunos de ellos con más de 3.500 años de antigüedad, que atestiguan que hubo un asentamiento humano en este lugar al menos desde el II milenio a. C hasta el s. XVI.
Gracias a las excavaciones que se han llevado a cabo recientemente en esta zona se ha descubierto todo un asentamiento – posiblemente la Ituci Virtus Lulia citada por Plinio-, con su puerta de acceso a la ciudad, su foro, el castillo medieval, un santuario, e incluso un mercado romano, (uno de los escasos ejemplos de este tipo de edificios que se conocen en la Península Ibérica).
La mayoría de las piezas encontradas en Torreparedones se pueden ver en el Museo Histórico y Arqueológico Municipal, un edificio construido en el s. XVIII como almacén de grano y semillas y como bodega de aceite, que hoy se ha rehabilitado y conserva piezas tan impresionantes como los exvotos encontrados cerca del santuario de Torreparedones, y que esculpidas en piedra representan mujeres embarazadas implorando “un parto sin problemas”, el busto acéfalo tallado en mármol de un emperador romano, o estatuas zoomórficas, entre otras piezas.
El Museo del Olivar y el aceite
Otra de las visitas imprescindibles de este asombroso pueblo es el Museo del Olivar y el Aceite, donde de manera gráfica y audiovisual te explican desde la elaboración del aceite, los diferentes tipos de aceite, las épocas de recolecta, hasta los múltiples usos del mismo. De hecho dentro de la sala principal se encuentra una almazara restaurada y en funcionamiento, en la que poder ver “in situ” el proceso y las fases de elaboración del aceite. “Se trata de un entorno educativo donde los visitantes puedan tener una experiencia, a través de sus cinco sentidos, que les permita acercarse y profundizar en esta trama milenaria de cultura, combinando el intercambio de conocimientos, con el desarrollo de actividades y la proposición de prácticas saludables”.
Los Coliblancos y Colinegros
Una de las tradiciones peculiares que tiene Baena es la celebración de la Semana Santa que se caracteriza por la particularidad de sus cofradías y por supuesto por la indumentaria de las mismas. Se llaman Coliblancos y Colinegros, y lo que les diferencia además del nombre, es el color de la cola de caballo que lucen como si de una coleta larga se tratara desde la zona superior del casco de latón y que oscila al ritmo y compás de los tambores por las calles de Baena. Gracias a estas tradiciones se han creado talleres que realizan artesanalmente y con extraordinaria calidad, el traje y el casco de judío, así como los tambores.
Otras fechas en las que merece la pena acercarse hasta esta ciudad son el 18 y 19 de marzo con la víspera y la procesión de San José, en mayo con la Exaltación de la cruz, y el segundo domingo del mes de junio con la Romería de la Virgen Blanca de la Alegría, El 16 de julio con las fiestas de La Virgen del Carmen, las calles de la Almedina se alfombran con serrín pintado de colores y se engalanan con macetas, flores y mantones de Manila, un espectáculo para conocerse.
www.baenacultura.es
Dichos populares:
Los ojos de mi morena, ni son chicos ni son grandes, son como aceitunas negras de olivaritos gordales.
El querer que te tuve fue aceitunero. Se acabo la aceituna y ya no te quiero.
Texto y fotos: Cristina Ortego
(Se prohibe la copia o reproducción de las imágenes sin poner el crédito)
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