Por Vicent Soriano (socio de
FEPET-Ampretur)
En la parte
central de la Comunidad Valenciana confluyen las últimas estribaciones de los
sistemas Ibérico y Penibético, dejando un pasillo natural en dirección NE-SO
que asciende desde las llanuras litorales a la meseta de Castilla. Esta
peculiaridad física convirtió el corredor en un paso estratégico que controlaba
las rutas comerciales y militares, así como en un lugar idóneo para la
fundación de una ciudad que ejerciera un papel protagónico en todos los
órdenes.
Muy
probablemente, en el siglo V a. de C. existía ya en la Sierra de Vernissa un
núcleo urbano llamado Sait, que más tarde sería capital de la Contestania. Para
entonces había consolidado un activo comercio, pues batía moneda propia, y era
famosa por sus jinetes y caballos y por la fabricación de un tejido de lino de
tan buena calidad, que los pañuelos y servilletas de Saetabis se consideraban
en Roma objetos de lujo y distinción.
Esa ciudad se
convertiría en Xàtiva, actualmente capital de la comarca de la Costera,
enclavada en un lugar privilegiado, a la que se llega en poco más de media hora
por autovía desde Valencia y en apenas 4 horas desde Madrid, una ciudad que es
símbolo del pueblo valenciano, desde que después de la denominada Batalla de
Almansa, el 25 de abril de 1707, fuese quemada y saqueada por las tropas de
Felipe V, quien incluso se permitió el gusto de cambiar su nombre por el de
Nueva Colonia de San Felipe como castigo a su resistencia. Ese nombre se
mantuvo hasta 1811, cuando en las Cortes de Cádiz el diputado Joaquín Lorenzo
Villanueva logró restituir el nombre de Xàtiva.
En la actualidad
Xàtiva tiene poco más de 30.000 habitantes, su economía está decantada hacia el
sector terciario, con cierta implantación industrial. Ejerce la capitalidad
administrativa sobre el partido judicial y económica sobre un área comercial
subregional de límites algo menores a los de la antigua subgobernación.
Su rico
patrimonio histórico-artístico, la convierten en un punto de referencia del
turismo de interior de la Comunidad Valenciana, con un monumento, el Castillo,
que es el más visitado de toda la Comunidad y declarado maravilla valenciana.
Son múltiples las monumentos, casa señoriales en la calle de Montcada, fuentes
y rincones parar visitar, y todo ello acompañado de una ancestral gastronomía,
donde destaca el “Arròs al Forn” de cuyas virtudes ya hablaba el poeta Ausias
March en el siglo XV, y los dos dulces más conocidos, de origen áraba: el “arnadí”
y la “monxavena”.
La visita al
centro histórico puede realizarse siguiendo un circuito urbano peatonal, y
complementarse acercándose a la iglesia de Sant Feliu, Sant Josep y al Castillo desde donde se contempla la
ciudad con toda su extensión. Se comienza en la Alameda de Jaume I, hoy centro
comercial y cívico, en su confluencia con la Porta de Sant Francesc, animada
plazuela que preside una fuente barroca de mediados del siglo XVIII y a la que
recae la antigua Iglesia de San Francisco. De ahí se continua por la calle de
Montcada hasta llegar a la Plaza de la Trinitat, pasado por el Convento de
Santa Clara. En la Plaza de la Trinitat se encuentra el Palacio de Alarcón, el
edificio civil no público más monumental de la ciudad y la Fuente de la Trinitat,
del siglo XV. Se llega caminando hasta la Iglesia de Sant Pere, fundada por
Jaume I en una antigua mezquita y que se encuentra en la plaza del mismo
nombre, junto al exconvento de Sant Onofre el Nou.
Llegaremos a la
Seo o Colegiata de Santa María. El actual edificio ocupa el solar de la
mezquita mayor y de la primera colegiata gótica construida en su interior, y
comenzó a levantarse en 1596. La recesión económica que supuso la expulsión de
los moriscos, la peste de 1648 y la guerra de Cataluña interrumpieron la obra
durante gran parte del siglo XVII. Reanudada en 1683, volvió a detenerse en
1707 a raíz de la Guerra de Sucesión, y estuvo parada hasta 1731, por la
carencia de recursos económicos. El campanario se inició en 1797 y tardó en
concluirse más de 80 años, mientras que la cúpula barroca con tambor y cubierta
de teja vidriada se hundió en 1886, siendo sustituida por la actual.
La plaza de la
Seo es uno de los espacios urbanos de mayor significación histórica: en ella
tenían lugar las anuales corridas de toros, los actos de las proclamaciones
reales, el montaje del catafalco de la Asunta en su octava, y otros
acontecimientos religiosos y profanos.
Las esculturas en bronce de los dos
pontífices Borja, Calixto III y Alejandro VI, que nacieron en Xàtiva y que son
los dos únicos papas españoles, se alzan en el atrio de la Colegiata.
En la misma
plaza de la Seo se alza el Hospital Real, fundado a principios del siglo XV y
de enorme atractivo con una fachada de arcos conopiales con pináculos,
gabletes, y un coro de ángeles músicos que rodean a la Virgen.
Es obligado
pasar por el Mercado antes de llegar al Museo del Almodí y contemplar, entre
otras obras, el cuadro de Felipe V colgado boca abajo como castigo al monarca por
el incendio y devastación que sufrió la ciudad.
Entre tanto
monumento obligado de visitar, encontraremos la Botica Central, la Casa de la
Enseñanza, las Plazas del Trinquet y de Santa Ana, la de la Mercé, donde se
encuentra la casa del Taquígrafo Martí, la Plaza de la Bassa, con la estatua
del pintor también de Xàtiva Josep de Ribera “El Españoleto”, e infinidad de
fuentes que por si solas ya merecen una ruta propia que puede contratarse en la
Oficina de Turismo situada en la fuente del León, junto a la Albereda de Jaume
I. Tambien se ofrecen otras rutas como la de la quema de Xàtiva, la de los
Borja, la del Castillo, de ecoturismo, o de la Xàtiva antigua.
Caminar por
Xàtiva y descubrir todos sus atractivos en un placer para los sentidos.
Perderse por sus callejuelas, descubrir sus personajes históricos, escuchar el
ruído del agua que mana de sus fuentes, o degustar un buen plato de “Arròs al
Forn” está al alcance todos.
Xàtiva no deja
indiferente a nadie.
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