Mezquita del Cristo de la Luz
Algunas están bajo tierra, como las momias de la cripta de la iglesia de San Andrés o la Cueva de Hércules de época romana, y otras se refieren a fantasmas o a casos esotéricos. También las hay en callejones de nombres que impresionan, como el del diablo o el de los muertos. Pero todas se quedan pequeñas cuando a uno le explican que, posiblemente, el tesoro de Jerusalén: la Mesa de Salomón, después de muchos avatares del destino, podría haber llegado hasta aquí, y está muy bien argumentado. Más que una leyenda, parece un pasaje de la Historia. Cuanto más se sabe de Toledo más cautiva…
No había trigo en la ciudad y, sin embargo, sus despensas estaban repletas de azúcar y almendras, así que dieron mazapán a los hambrientos. No es difícil encontrar pastelerías por el centro, ni tampoco bares y restaurantes por allí. Por ejemplo, en la calle Alfileritos está La Abadía, un buen bar donde degustar buenas viandas. Al final de esta misma calle se encuentra uno de esos establecimientos extraños y atractivos, ¡un bar en una iglesia! Sí, una antigua iglesia ha sido reconvertida en pub, de ambiente tranquilo por la tarde, o sala de conciertos con marcha y abierta hasta el amanecer. ¡Cómo han cambiado los tiempos!
Sin salir de las murallas uno se embebe de iglesias, sinagogas o mezquitas, y la mente se olvida del presente. Los monumentos conocidos son magníficos, pero ese Toledo más oculto que está en los patios de las casas o en las orillas del Tajo hay que buscarlo también, porque trasmite su verdadero espíritu. No hace falta salir del centro para nada, porque otro edificio histórico, el Palacio de Eugenia de Montijo, se ha convertido en el único hotel de cinco estrellas del casco antiguo que hace que no sea necesario volver al presente: el Hotel Fontecruz. Aquí el trato es magnífico, y uno se siente protagonista recordando los mejores momentos toledanos cuando descansa en el salón bajo la cúpula de cristal, o se relaja en el Spa.
El Spa, salus per aquam que decían los romanos, es extraordinario porque tiene la característica de integrar elementos del antiguo sistema hidráulico romano y muros de la época mozárabe. Las habitaciones son de ensueño, con una luz preciosa y unas vistas inigualables. Se vive con intensidad la época medieval, mezclada con el lujo de este palacio en una relación calidad-precio muy buena. El único sonido es el de los pájaros que revolotean. No hay mejor sensación en Toledo que residir en este hotel, levantarse pronto para pasear cuando aún nadie ha salido, y disfrutar del alba sentado en la plaza del Ayuntamiento, viendo como la Catedral cambia de color según amanece y, un poco después, entrar a las nueve a escuchar la misa mozárabe en latín, no hay otra igual. Este hotel te lo permite porque está en pleno corazón del casco antiguo, a menos de 3 minutos de la Catedral Primada de España.
Toledo es la única ciudad del mundo que tiene mucho más oculto que a la vista, y es necesario visitarla muchas veces para desentrañar esos tesoros que posee en el interior de sus murallas, dentro de sus edificios y en el subsuelo. Otro placer siempre será degustar sus mejores platos con el pan y el vino de la tierra y después pasear. Unos días sin salir de las murallas y habrá parecido que uno ha viajado al lugar más lejano que pueda imaginar, porque habrá visitado el pasado, lo habrá sentido, y esa experiencia la tendrá para toda la vida.
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