Por Joaquín del Palacio
Hasta 289 leyendas nos hablan de Toledo; ésta es la ciudad con más leyendas del mundo, en esto también es estelar. La mejor forma de conocer lo desconocido y legendario es con Rutas de Toledo, nadie te las contará como ellos… Luis, uno de los guías de estas rutas, es coautor del libro “La vuelta a Toledo en 80 leyendas” . Es
impresionante recorrer las calles estrechas por la noche, mientras el
pasado te contempla, y escuchar alguna de estas historias. Las hay de todo tipo, y muchas están referidas a la parte oculta y desconocida.
Mezquita del Cristo de la Luz
Algunas están bajo tierra, como las momias de la cripta de la iglesia de San Andrés o la Cueva de Hércules
de época romana, y otras se refieren a fantasmas o a casos esotéricos.
También las hay en callejones de nombres que impresionan, como el del
diablo o el de los muertos. Pero todas se quedan pequeñas cuando a uno
le explican que, posiblemente, el tesoro de Jerusalén: la Mesa
de Salomón, después de muchos avatares del destino, podría haber llegado
hasta aquí, y está muy bien argumentado. Más que una leyenda, parece un pasaje de la Historia. Cuanto más se sabe de Toledo más cautiva…
La gastronomía
también es importante, su estrella gira en torno a la caza, por ejemplo
las perdices o las liebres se preparan con alubias o estofadas pero, sobre todo, hay un plato muy rico que preparan muy bien en el bar Ludeña: las carcamusas, carne guisada y especiada con tomate y guisantes. Es un auténtico manjar tomado con pan y vino de La Mancha. Las leyendas también alcanzan a la gastronomía, incluso al producto más toledano: el mazapán. Se dice que lo inventaron las monjas del convento de San Clemente, durante una hambruna que se padeció tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.
No
había trigo en la ciudad y, sin embargo, sus despensas estaban repletas
de azúcar y almendras, así que dieron mazapán a los hambrientos. No es difícil encontrar pastelerías por el centro, ni tampoco bares y restaurantes por allí. Por ejemplo, en la calle Alfileritos está La Abadía,
un buen bar donde degustar buenas viandas. Al final de esta misma calle
se encuentra uno de esos establecimientos extraños y atractivos,
¡un bar en una iglesia! Sí, una antigua iglesia ha sido reconvertida en
pub, de ambiente tranquilo por la tarde, o sala de conciertos con
marcha y abierta hasta el amanecer. ¡Cómo han cambiado los tiempos!
Sin salir de las murallas uno se embebe de iglesias, sinagogas o mezquitas, y la mente se olvida del presente.
Los monumentos conocidos son magníficos, pero ese Toledo más oculto que
está en los patios de las casas o en las orillas del Tajo hay que
buscarlo también, porque trasmite su verdadero espíritu. No hace falta
salir del centro para nada, porque otro edificio histórico, el
Palacio de Eugenia de Montijo, se ha convertido en el único hotel de
cinco estrellas del casco antiguo que hace que no sea necesario volver
al presente: el Hotel Fontecruz. Aquí el trato es magnífico, y
uno se siente protagonista recordando los mejores momentos toledanos
cuando descansa en el salón bajo la cúpula de cristal, o se relaja en el
Spa.
El Spa, salus per aquam que decían los romanos, es extraordinario porque tiene la característica de integrar elementos del antiguo sistema hidráulico romano y muros de la época mozárabe.
Las habitaciones son de ensueño, con una luz preciosa y unas vistas
inigualables. Se vive con intensidad la época medieval, mezclada con el
lujo de este palacio en una relación calidad-precio muy buena. El único
sonido es el de los pájaros que revolotean. No hay mejor
sensación en Toledo que residir en este hotel, levantarse pronto para
pasear cuando aún nadie ha salido, y disfrutar del alba sentado en la
plaza del Ayuntamiento, viendo como la Catedral cambia de color según
amanece y, un poco después, entrar a las nueve a escuchar la misa mozárabe en latín, no hay otra igual. Este hotel te lo permite porque está en pleno corazón del casco antiguo, a menos de 3 minutos de la Catedral Primada de España.
Toledo es la única ciudad del mundo que tiene mucho más oculto que a la vista,
y es necesario visitarla muchas veces para desentrañar esos tesoros que
posee en el interior de sus murallas, dentro de sus edificios y en el
subsuelo. Otro placer siempre será degustar sus mejores platos con el
pan y el vino de la tierra y después pasear. Unos días sin salir
de las murallas y habrá parecido que uno ha viajado al lugar más lejano
que pueda imaginar, porque habrá visitado el pasado, lo habrá sentido, y
esa experiencia la tendrá para toda la vida.
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